Esta será una entrada muy personal, pero la ocasión lo
merece. El día 22 de enero de 2015 a las 9:25 nació mi primer hijo: Héctor,
adelantándose a su fecha prevista de
parto. Bienvenido Héctor, no sé si algún día leerás esto si sigo manteniendo el
blog jejeje.
Hoy apenas atisbo en la lejanía lo que significa ser padre, y
por suerte mis circunstancias son relativamente cómodas; sin embargo vienen a
mi cabeza aquellas que tuvieron que padecer mis padres. Con una seguridad
social en bragas, teniendo que gastar un dinero que no tenían en médicos y
hospitales de pago, privándose de lo que hoy consideramos básico para conseguir
que su prole saliera adelante igualando sus (nuestras) oportunidades a las de
los hijos de la gente de mejor cuna. Nunca podré agradecer lo bastante el que
me posibilitaran estudiar una carrera, e incluso irme al extranjero a mejorar
mis capacidades, pero sobre todo me acuerdo y me acordaré siempre de los momentos
más especiales para mí. No son el día que me compraran una Play o el día que me
llevaran a una piscina de bolas. Mis recuerdos más especiales son un día
cualquiera con mi madre secándome el pelo contra su delantal o las noches
echado sobre mi padre mientras veíamos la tele (nos amontonábamos ahí mi
hermana y yo al mismo tiempo), una tarde de verano viendo la tele, un domingo
en la playa con un bocadillo de salami y una lata de Coca-Cola…
Pienso en lo que me queda por delante en las próximas dos
décadas (al menos) y da vértigo. El dinero sólo es una de las cosas por
proveer: salud, educación (esta creo que será la más fácil dada mi profesión),
sicología y muchas más disciplinas en las que tendré que hacerme experto,
aparte de, por supuesto, manejo de conflictos y negociación.
Espero hacerlo bien en esta nueva era que se abre y tengo la
seguridad de que no lo haré mejor que lo hicieron mis padres conmigo, pero me
conformaré con acercarme un poco J